De época romana —a la que se atribuye la nunca confirmada denominación de Urbs Sácrae— es el puente que salva la ribera. La obra, realizada con sillares de buena estereotomía, cuenta con dos arcos, espolón y estribos, y fue rehecha en la Edad Media. Como recuerdo de tal actuación perduran las nervaduras góticas que se utilizaron como pretiles. Se trata de obra de pequeñas proporciones, realizada con sillares graníticos de labra regular, sobre dos arcos de medio punto con estribo y espolón central. Testimonio de su reconstrucción en época medieval, es el remate de sus pretiles, realizado con piezas reutilizadas de las nervaduras de algunas bóvedas de la iglesia parroquial. Una canalización de hormigón, dispuesta hace escasos años bajo su estructura, altera de modo importante las características y el valor histórico artístico de tan destacado monumento.

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